
Era un día como ninguno. El cielo estaba despejado, ni una sola nube a la vista.Miraba por la ventana, desde la cual se veía la playa. Ésta, era una playa muy ajetreada. Todos los días, a todas las horas, se oía el murmullo de las a veces fieras olas. Casi, cómo un incesable fiero pulso. Además, estaba llena de restaurantes, muchos de ellos llenos.La gente paseaba, sea por la avenida, sea por la arena, y se oían los gritos de felicidad de los niños, que gritaban al meterse en la fría agua. En fin,...